Los
bolos, en tiempos pasados, era un negocio importante para los
taberneros porque las apuestas de cuartillos de vino eran muy, muy
frecuentes y, en aquellas ocasiones en que la bolera se subastaba, las
tabernas solían pujar por quedarse con su explotación.
En algunos
pueblos, a veces era el mismo tabernero quien tenía su propia bolera
privada y aportaba las bolas para el juego de sus clientes. Este
juegabolos en Puentedey, propiedad del recientemente cerrado bar de
Victorino, es un claro ejemplo. En él, junto a la cureña, se ve al joven
Ángel María Sainz con una bola en la mano, hacia 1950.
Un
jugador de pasabolo tablón podrá pensar, al ver un solo tablón, que se
trata de su juego pero la presencia del mico le confundirá. En realidad,
corresponde al actual bolos tres tablones pero con una sola cureña como
era habitual en numerosos pueblos. En boleras como esta podías jugar a
lo que quisieses: a bolos con el mico, a pasabolo, a mico a calva,… pero
siempre tirando desde el cas; es decir, con un solo paso y sin la
carrera que habitualmente hacen en pasabolo tablón. Al que le tocaba
plantar podía escoger entre un múltiple abanico de posibilidades, en las
que el ingenio y el estudio del rival, eran puestos a prueba. Por eso,
yo siempre insisto en que las partidas son lo más divertido de los bolos
porque, en ellas, vuela libre la imaginación mientras que en los
campeonatos se cortan las alas. En cualquier caso, ambos se complementan
y aportan diversidad que es la verdadera riqueza del juego.
Dos datos interesantes de la foto: la cureña era muy estrecha y las bolas mucho más pequeñas que las actuales.
https://goo.gl/qniqje
(Fuente gráfica: Ángel María Sainz García).