jueves, 26 de agosto de 2010

SAN ESTEBAN-Colaboración de uno de nuestros seguidores

El pasado 3 de agosto se celebraron las fiestas patronales de la Merindad de Valdeporres, en honor de San Esteban, patrón también del pueblo de Pedrosa. Su fiesta litúrgica se celebra el día 26 de diciembre; pero en nuestro pueblo y en muchos otros lugares se celebra también el 3 de agosto por coincidir esta fecha con la invención (o hallazgo) de su cuerpo, acaecida en el año 415, en tiempos del emperador Honorio. Recibe el título de protomártir por ser el primer mártir cristiano. Conocemos su vida por el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch). Así, sabemos que vivió en el siglo primero y que fue el principal de entre los siete diáconos que los Apóstoles nombraron para que se dedicasen más intensamente al ministerio de la caridad (en favor de los pobres y las viudas), sin desatender ellos la labor de predicar el Evangelio (Hch 6,5). San Esteban, con su predicación y su ejemplo, consiguió que el número de los discípulos se multiplicase; de él se dice que "lleno de gracia y de poder, realizaba entre el pueblo grandes prodigios y señales" (Hch 6,8). También sabemos que los que discutían con él "no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba" (Hch 6,10). Su labor tampoco pasó desapercibida para los enemigos de la fe, quienes "sobornaron a unos hombres para que dijeran: «Nosotros hemos oído a éste pronunciar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios»" (Hch 6,11). Sin embargo, "todos los que estaban sentados en el Sanedrín, vieron su rostro como el rostro de un ángel" (Hch 6,15). Pero, como tantas otras veces sucede, al justo que habla verdades no se le quiere escuchar. Y echaron a San Esteban fuera de la ciudad, apedreándolo. Por eso, en la talla que preside el retablo mayor de nuestra parroquia se le representa con unas piedras (el instrumento de su martirio) en la mano derecha. Al igual que nuestro Señor Jesucristo, San Esteban murió perdonando a quienes le mataban. Queda atestiguado que sus últimas palabras fueron "Señor Jesús, recibe mi espíritu" (Hch 7,59) y "Señor, no les tengas en cuenta este pecado" (Hch 7,60). Todo un ejemplo para nosotros, que en tantas ocasiones llevamos cuentas del mal sin querer acordarnos de tantas veces como hemos sido perdonados. Que bajo el amparo de San Esteban reconozcamos siempre el infinito valor de una palabra que muchas veces cuesta tanto pronunciar como otorgar: "perdón".